Hay un refrán popular que dice: “mejor mal conocido que bueno por conocer”. Pero en Bolivia, rumbo a la segunda vuelta del 19 de octubre, este refrán se invierte con un matiz lamentable. La disyuntiva no es entre lo “malo” y lo “bueno”, sino entre el “mal conocido” y el “mal por conocer”.
El debate presidencial del día de ayer entre Jorge “Tuto” Quiroga y Rodrigo Paz dejó al desnudo la miseria política del presente boliviano. No hubo disputa de ideas, ni horizonte de transformación; lo que hubo fue una competencia por quién puede gestionar mejor el capitalismo boliviano en crisis, quién puede aplicar con más eficiencia las recetas neoliberales de siempre –recortes, privatizaciones, endeudamiento–y quién va judicializar la protesta social en la siguiente etapa del proceso político del país.
Ambos candidatos parecen recitar el mismo guión: “orden, inversión extranjera, meritocracia y fe en el mercado”.
Rodrigo Paz lo sintetizó con su eslogan más repetido, “capitalismo para todos”, una fórmula tan contradictoria como “reveladora”. Tuto Quiroga, por su parte, apeló a la nostalgia tecnocrática de los años 90, prometiendo “puentes de estabilidad”, “dólares, dólares y más dólares”, con la misma convicción con la que en su momento entregó los recursos estratégicos del país.
El debate en torno al eje “económico” fue un intercambio vacío entre promesas de “inyección de divisas” (Tuto) y “reordenamiento interno del gasto público” (Paz). Ninguno cuestionó el modelo extractivista ni la dependencia del dólar, mucho menos la subordinación de la política económica a los organismos financieros internacionales.
El resultado fue una escena tragicómica: Dos gerentes discutiendo cómo administrar un país quebrado bajo las mismas reglas que lo llevaron a la quiebra.
Cuando el eje pasó a “medidas de contención social”, ambos coincidieron nuevamente, pues, plantean “no más bloqueos”, “no más movilizaciones” y “meritocracia”.
Detrás de ese lenguaje aparentemente “racional”, se oculta una visión profundamente autoritaria del orden que se sostendrá, gane quien gane, en la criminalización de la protesta y la reducción del conflicto social a un “problema de gobernabilidad” en el órgano legislativo.
Ni Paz ni Quiroga hablaron de justicia redistributiva, ni de la desigualdad estructural que atraviesa el país. El “pueblo” aparece solo como recurso retórico, tanto para el “capitalismo para todos” (Paz) o la “Bolivia de propietarios” (Tuto), dos formas de la misma ideología, donde la igualdad se traduce en acceso formal al crédito y la ciudadanía a emprendedurismo y capacidad de consumo.
En el eje de “justicia”, ambos repitieron el mantra de la “meritocracia”, sin preguntarse nunca quién define el mérito ni en qué condiciones sociales se compite.
Tuto prometió “digitalización” y “penas acumulables”, Paz habló de “autonomías” y de “limpiar la justicia”, pero ninguno cuestionó la raíz estructural de su corrupción: un sistema judicial subordinado a los intereses del poder económico y político.
La meritocracia, en este contexto, es apenas el nombre elegante de la exclusión social, un proceso que se agudizará nuevamente.
Sobre el eje de “salud y educación” se planteó “alianzas público-privadas” como un paso hacia la privatización de la salud pública y “eliminación de la Ley Avelino Siñani”.
Sobre los ejes de “hidrocarburos y litio”, “minería y agricultura” fue otra muestra del consenso extractivista que une a toda la derecha boliviana.
Ambos defendieron la “inversión extranjera” como única vía posible, y ambos prometieron industrialización sin soberanía, productividad sin reforma estructural, “propiedad popular” –diferente a propiedad colectiva– sin cuestionar la gran propiedad privada (empresas, fábricas, grandes extensiones de tierra, etc.).
Pero donde el discurso se volvió más revelador fue en el agronegocio. La promesa de “modernizar la agricultura” y “liberar la biotecnología” no es sino la legitimación del uso indiscriminado de transgénicos, el avance de la frontera agrícola mediante quemas y desmonte, y la expansión del poder económico-político del bloque agroexportador del oriente.
Tuto Quiroga incluso habló de “monetizar la Amazonía” y crear una “renta verde” o “bonos de carbono” para los pueblos indígenas que cuiden el medio ambiente, una situación donde el bosque se convierte en activo financiero (mercantilización de la naturaleza) y el indígena en guardabosques del gran capital.
En este marco, el capitalismo verde aparece como el nuevo rostro del viejo extractivismo, maquillado con lenguaje ecológico pero sostenido en las mismas relaciones de despojo y dependencia.
El debate no enfrentó proyectos distintos, sino dos versiones de una misma promesa vacía.
Bolivia se enfrenta a una segunda vuelta donde la disputa sobre el rumbo del país se reduce a quién pilotará el mismo barco, pero rumbo a peores puertos. Una elección con horizonte neoliberal y de ajuste estructural, donde la esperanza se privatiza, la naturaleza se vende, la política se reduce a un eslogan de mercado y el peso de la crisis la pagará la clase trabajadora del país.
Fuente: C. Ernesto Peñaranda Sánchez en resumenlatinoamericano.org
