Las mujeres hemos tejido la historia de Bolivia de distintas formas: desde abajo, de manera orgánica y articulada. Sin embargo, como bien lo describen las historiadoras Arze, Cajías y Medinaceli, a menudo somos parte de una silenciosa invisibilización: «Fundadoras, pensadoras, amantes, luchadoras, artesanas, esclavas, libertarias, educadoras, rebeldes, creadoras, por miles y miles desfilan silenciosas, casi invisiblemente por los rincones de una historia que las desconoce, las acalla, las desdibuja o, simplemente, no las nombra”.
Esta cita expone el vacío deliberado en un relato nacional donde todavía resuenan, casi en exclusiva, los “padres de la Patria”. Pero la historia de la nación se forjó en múltiples frentes de batalla; se tejió en la resistencia cotidiana, en el trabajo de mujeres organizadas desde las bases y en las voces insurgentes que desafiaron un orden a la vez patriarcal, capitalista y colonial.
En el marco del Bicentenario, se vuelve imprescindible hacer una revisión de aquellas mujeres y movimientos que jugaron roles trascendentales. Este recorrido, si bien selectivo y con la certeza de omitir nombres importantes, intenta explorar la diversidad de los movimientos de mujeres en Bolivia: desde las que buscaron el reconocimiento de derechos, hasta las que lucharon por desestructurar el patriarcado y liberar sus cuerpos. Es la crónica de un siglo de luchas plurales y feministas que han sido, y siguen siendo, el motor de cambio de Bolivia.
La Matria olvidada
La insurgencia femenina no esperó al siglo XX. Su legado se anticipa en figuras monumentales de las rebeliones anticoloniales como Bartolina Sisa y Micaela Bastidas.
Ya en la propia guerra de la independencia la figura de Juana Azurduy rompió todo paradigma. Nombrada Teniente Coronela por sus hazañas militares, comandó ejércitos y fue una estratega fundamental. La anécdota histórica cuenta que el propio Simón Bolívar, impresionado por su inteligencia y rol, buscó conocerla y le dedicó su célebre frase: “Señora, si esta nueva República tuviera que llevar el nombre de alguien, debería llevar el de usted, antes que el mío”.
Feminismo de élite y anarquismo chola (1920-1940)
Las primeras décadas del siglo XX vieron nacer dos vertientes de lucha femenina que corrían en paralelo, aunque con métodos y protagonistas de distinta clase social. Por un lado, floreció el feminismo, liderado por mujeres letradas de élite que se expresaron a través de textos poéticos. Inspiradas por el legado de Adela Zamudio, quien con sarcasmo denunció la hipocresía de su tiempo en su poema “Nacer hombre”:
Una mujer superior
en elecciones no vota,
y vota el pillo peor;
(permitidme que me asombre)
con solo saber firmar
puede votar un idiota,
porque es hombre.
Siguiendo esta línea, surgieron las primeras “Ligas femeninas”. Aunque a menudo elitistas, estos espacios fueron laboratorios cruciales donde se articuló un discurso por el derecho a la educación formal y la ciudadanía, que les era negado a las mujeres y a la población indígena en el país.
Por otro lado, germinó el feminismo orgánico, un movimiento anarquista de mujeres trabajadoras, cholas e indígenas, cuya historia fue magistralmente rescatada del olvido por la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui. En 1927 se fundó en La Paz la Federación Obrera Femenina (FOF). Aquí las protagonistas eran cocineras, floristas, vendedoras de mercado y trabajadoras. Lideradas por figuras como Petronila Infantes, estos sindicatos lucharon con acción directa –huelgas y protestas– por demandas concretas como la jornada laboral de ocho horas y el fin del maltrato patronal, uniendo la lucha de género con una profunda conciencia de clase y una práctica política autónoma.
La irrupción revolucionaria (1950-1960)
La Revolución Nacional de 1952 fue un momento de transformación social en el que la fuerza de las mujeres resultó indispensable. En las ciudades, miles de ellas se organizaron en las milicias del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), las “barzolas”. En el campo, las mujeres campesinas e indígenas fueron un pilar de los sindicatos agrarios, luchando no solo por el voto, sino por la tierra, la alfabetización y el fin del pongueaje.
El hito más visible fue la conquista del Voto Universal en 1952, que por fin reconocía la ciudadanía plena de todas las mujeres. A pesar de esta victoria, el sistema político seguía siendo profundamente machista, y la participación política efectiva continuó siendo una batalla diaria que persiste hasta hoy.
La conciencia de la nación: la lucha contra la dictadura y el 21.060 (1970-1985)
Durante las oscuras dictaduras militares, la resistencia más valiente surgió del lugar que el poder más despreciaba: el hogar. Las mujeres de los mineros, organizadas en el Comité de Amas de Casa de Siglo XX, se convirtieron en la conciencia moral de Bolivia. Esta historia está relatada en el libro Nos hemos forjado así: al rojo vivo y a puro golpe.
Lideradas por figuras como Domitila Chungara y junto a valientes mujeres como Alicia Chavarría –mi abuela–, Geroma Romero, Prima Prado, Julia Cruz, María Fernández, Brígida Fernández, Elena Vidal, Justina Rocabado y Eugenia Azcuy –hay que nombrarlas para no olvidarlas–, transformaron su rol doméstico en una identidad política de acero. La legendaria huelga de hambre de 1978, iniciada por cuatro mujeres –Nelly de Paniagua, Angélica de Flores, Aurora de Lora y Luzmila de Pimentel–, creció hasta poner de rodillas al dictador Hugo Banzer y forzar la apertura democrática. Posteriormente, con el Decreto Supremo 21.060, que inició las medidas neoliberales, estas mujeres también resistieron para bloquear su promulgación.
La interseccionalidad hecha lucha (1990-2000)
La década de los 90 trajo un nuevo lenguaje a la lucha, uniendo de forma inseparable las demandas de género, clase y etnia. La histórica Marcha por el Territorio y la Dignidad (1990) fue un punto de inflexión donde las mujeres indígenas tomaron la palabra para denunciar 500 años de opresión.
Este cruce de caminos se encarnó en Remedios Loza, quien en 1989 se convirtió en la primera mujer de pollera en el Congreso Nacional. Su presencia fue un terremoto simbólico, demostrando que una mujer indígena podía ocupar los más altos espacios de poder desde su propia identidad y cultura.
Es también en esta época que irrumpe con fuerza el colectivo Mujeres Creando (1992), cuyo anarcofeminismo usaría el arte y la acción directa para cuestionar al patriarcado.
De la Constitución a las calles (2000-2020)
El nuevo milenio se inició con movilizaciones que también tuvieron a las mujeres como protagonistas de las grandes crisis y transformaciones. En la Guerra del Gas de 2003, organizaron la resistencia en los barrios y sostuvieron la lucha. Este protagonismo se tradujo en un logro histórico: la Constitución Política del Estado de 2009, que por primera vez incluyó el principio de paridad, los derechos sexuales y reproductivos y el derecho a una vida libre de violencia. Dicha Asamblea Constituyente fue presidida por Silvia Lazarte.
Sin embargo, la ley escrita no detuvo la violencia real. La respuesta fue la Ley 348 en 2013 y la explosión del movimiento “Ni Una Menos” en 2016, que articuló a organizaciones, mujeres independientes y colectivas en una masiva movilización social contra los feminicidios que persiste hasta hoy.
Un tejido y una lucha que no se detiene
La historia de Bolivia es la historia de una lucha de mujeres, la de un tejido que se construye día a día. Es la lucha de Juana, Silvia, Adela, Micaela, Bartolina, Alicia, Domitila, Petronila, Emilse, Geroma, Elena, Brígida, Remedios, Justina, Norma María, Nelly, Virginia, Angélica y de tantas otras.
Es una red de presencias individuales y colectivas, de organizaciones y afectos que van hilando historias de rebeldía con amor, inteligencia y valentía. Desde las pioneras que participaron en la independencia y aquellas que lograron el derecho al voto, hasta las activistas que hoy exigen justicia por un feminicidio, el movimiento ha evolucionado, pero su esencia es la misma: la búsqueda de la dignidad, de la vida, de la democracia y de la lucha contra el patriarcado. Es la lucha de nuestras bisabuelas, abuelas, madres, hermanas, primas y amigas.
Referencias
Arze, S., Cajías, M., y Ximena Medinaceli. Mujeres en rebelión: la presencia femenina en las rebeliones de Charcas del siglo XVIII, Ministerio de Desarrollo Humano, Subsecretaría de Asuntos de Género, Bolivia, 1997.
Lagos, María (comp.). Nos hemos forjado así: al rojo vivo y a puro golpe. Historia del Comité de Amas de Casa de Siglo XX, Asociación Alicia por Mujeres Nuevas, Plural Editores, Bolivia, 2006.
Rivera Cusicanqui, Silvia. Oprimidos, pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhechwa, 1900-1980 (4ª ed.), La Mirada Salvaje, Bolivia, 2010.
Fuente: Khantuta Muruchi Escobar en correodelalba.org/
https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/08/09/bolivia-el-condor-que-no-vuela-la-crisis-del-discurso-del-vivir-bien-de-choquehuanca/
http://www.tanitani.de/index.php?id=willakuy-9-invasion-y-colonialismo